sábado, 19 de diciembre de 2009

El alma de la Caña



Comentario sobre el libro de poesia: "El alma de la caña", de la poeta Lilia Ramirez.


Los fulgores que desprende una noche estrellada, las facetas de un diamante o la presencia imponente de una catedral, es la idea más cercana de lo que representa el poemario: “El alma de la caña”. En estas páginas Dionisos ha sido vencido por Eros, sí, Eros, poderoso imán de la sangre, de la vida, del arraigo, de la mitad que busca su semejante, Eros, el que se congracia con las criaturas, el que se abre a la noche y se evade con el brillo de las estrellas, Eros viajero, o el que placidamente retoza en las palabras de este libro, libro hecho de signos y de tiempo, de ciclos y contrapunto, de geometría y color.
El alma es el lugar de las verdades primordiales y se guarda en la trinidad que componen los capítulos, el primero: Entre las páginas se encuentra la voluntad que mueve al escritor apasionado, en ella se manifiesta y templa su centro, temperamento fuerte y firme como la koré que sostiene la escritura, y a la manera de Leonardo, la poeta esculpe, a imagen y semejanza, la representación de sí misma, la Cariátide.
Quien vive encadenado a la escritura, esta condenado a vivir sólo la mitad de sí mismo, la otra mitad, le pertenece a la representación del mundo.

Encarcelado
por paradojas cotidianas:
las sillas
las paredes
la pulcritud de tus pañuelos
vive encadenado mi pie izquierdo

el derecho
se esconde
entre las paginas.


El poema, asegura la poeta, revela nuestra desnudez, nos muestra con toda la gravedad de nuestra pesadumbre, nuestra karmatica melancolía, reflejada como dice Paz, en la otra voz, la que testimonia nuestra parte oculta, la que mediante signos se refleja en la poesía y la que busca reivindicarnos a un estado similar, a lo que hubo antes del pecado original. Pienso en los temperamentos de San Juan de la Cruz y de Sor Juana Inés, luchando en el intermedio de sí mismos. Esta manifestación que surge desde lo más íntimo de los seres, es lo que nos lleva al mediodía de este poemario, o capítulo dos, titulado: El alma de la caña, cuyo nombre se toma también para referir al libro.
El aleteo de una mariposa puede sugerir en su movimiento, una incipiente caricia con el aire que la suspende, o bien, provocar la mas violenta de las turbulencias; sin embargo, la fragilidad de su movimiento bien puede ilustrar la metáfora del erotismo, que se aplica en esta segunda parte del libro, y que es, uno de los rumbos del amor y la sexualidad. El erotismo es sugerencia, flirteo, guiño, activador de la alquimia corporal; su dimensión convoca al ensueño, y es el preámbulo de la vigilia de los sentidos. Eros toma este lugar como aposento y dice:

Mi piel bajo su piel
ramilletes de lavanda.

El erotismo también se viste de colores y sonidos cuando conjuga:

Heráldica bordada
con el cantar de las cigarras
en aquella tarde lila
al sur de Francia.

El cuadro tiene una similitud con los lienzos de Renoir, campos floridos con la tinta de las flores diluyéndose al infinito, música celestial que nos regalan las cigarras, tu y yo en una tarde evasiva.

Dice Sabines:

(...) Las muchachas ofrecen en las salas oscuras sus senos a las manos
y abren la boca a la caricia húmeda.

Nuestra poeta también convoca humedades cuando escribe:

Mis pechos salobres
son soles del océano
de tanto (a) mar

Pero también se reconoce como punto de referencia, y segura de sí misma y de su cuerpo afirma:

Mis pechos firmes son
como la tierra que anhelan
los marinos

El lindero del erotismo finaliza con el deseo de completud y reconoce en el otro su mitad perdida, evocando la reminiscencia de la caída, así en Dios Ibérico nos dice:

(...) sople mis labios tu hoguera
asfixie mi alma tu credo
Después de la comunión, cuando la pareja se ha completado, y cuando la lucidez de los sentidos busca su cuadrante, se retorna a la antiquísima sensación de estar partido, se reinicia de nuevo el ciclo de complementación, desde todos los matices del amor.

Tu cuerpo entero se escurre ante mis ojos/
me quedo sola, el frío también huye.

Buscar llenarse de amor y de perpetuidad, y compartirlo a partir del sentimiento de la ternura cuando la poeta dice:

Te hiciste mi cómplice/
mi vida crece, se vuelve enorme/
desde que te platico mis secretos/
mis desdichas y también mis alegrías.

El Bosco pintó su Jardín de madroños; incluso Vincent Van Gogh creó su paraíso en su noche estrellada y en la que destaca en primer plano un ciprés, sabemos que le fascinaba pintar cipreses. Salomón el Rey, en el cantar de los cantares acondicionó su lecho-paraíso lleno de cedros y cipreses y las campiñas a su alrededor se sugerían colmadas de viñedos. Este ambiente ecológico es la parte que preserva y restituye el Ser del amor, encontramos, también, en el alma de la caña su jardín edénico sumamente generoso, con naranjos destellando azhares, praderas amarillas con su infinidad de soles en flor, canarios en vuelo que a la vez son la metáfora de la vida, catarinas y mariposas que salpican de color con su ambiente festivo, con su certeza de primavera eterna. Pero el tiempo es inexorable y nada escapa a su influjo, la lozanía pierde su vigencia y se condensa en un lenguaje de palabras que guarda el alma y que nos transporta al tercer capítulo: El gemido del celofán. La escritura es inhumana nos dice la autora en voz de Platón, como una advertencia de la proximidad del ocaso, que cumple puntualmente con su labor profiláctica, para dejar fértiles los albores de renovación. Las aguas de un río nunca son las mismas en su corriente y como signo de renovación arrastra y abraza como una triste alegoría lo que no está hecho para permanecer, como sucede a continuación:

El río secuestra al cañal
con sus redes de cristal.


La ironía, finalmente, es una carcajada disimulada, una condición sutil y fortuita de hacer saber y sentir al otro de lo que carece, o de lo que no está en sus manos poseer, en este sentido, me permito leer sólo la epígrafe del poema Relojes viejos, cito:

Conocí viejos borrachos, patéticos,
que usan relojes viejos para que algo se les pare.
Diego Álvaro Guzmán.


La fatalidad como asunto irremediable también encuentra lugar en el poema La navaja aunque en la metáfora alude a la mutilación de alguna parte del cuerpo de una niña, bien puede ser el acero cercenando el tallo de las flores. Estas líneas me hicieron recordar que en algunos países el destino de las mujeres, es pasar por una especie de rito de iniciación, en el que con una navaja común se les extirpa el clítoris, para borrar toda evidencia de placer. Algo similar ocurre con los niños, al cortarles lo que suele llamarse prepucio, no como medidas profilácticas, sino como una muestra para vislumbrar la hombría. En medio Oriente, el uso de la Burka ¿no es una mutilación de la mujer?

La navaja mutila
los pétalos de la niña
rauda de labios cercenados
la abuela mutila
los pétalos de la niña
Rambla de húmedas palabras

Ante la barbarie del imperialismo por el ansia de dominio, se repite la mítica historia del hermano matando al hermano, Caín termina con la vida de Abel; se vislumbra a partir de ello una hermosa metáfora de dos líneas que queda en el aire como un eco, a propósito del destino de la humanidad, que no civilización, y en el que Caín, finalmente, es rondado por la muerte.

Las bombas
buitre de Prometeo

El tema de la muerte con sus innumerables rostros cierra el ciclo en: EL velo, La parvada, Tancat y Prem (i) atura. Sin embargo, toda vez que la muerte supone un fin, sigue siendo parte de un renacimiento. El alma de la caña, puede leerse desde dos perspectivas: desde la visión poética que he abordado, y desde la lógica científica, que a partir de la información que se deja entrever en el preámbulo de los capítulos, informan al lector, sobre el tratamiento de la celulosa de la caña, hasta llegar a esa especie de cristal domesticado que es el celofán, que sin lugar a dudas representa el alma de la caña. De lo que puedo asegurar al comentar este poemario, es que Eros, al contrario de lo que se ha dicho, es mujer.

sábado, 21 de marzo de 2009

ORACIÓN EN LA ENTRAÑA QUEMADA DE UN SABINO


Interpretacion sobre el poema de Efraín Bartolomé


LA CONQUISTA DE LA CONCIENCIA

SE RESUME EN UN EJE DE LUZ

ALLÍ SE ENCIERRA EL TIEMPO

SE CREAN LAS CONSTELACIONES

SURGE EL MOVIMIENTO DE LA EXISTENCIA

Y SE EXPANDE HACIA AFUERA DEL CUERPO DEL HOMBRE

EN EL PRIMER Y ÚNICO HOMBRE

YO

ESPIRAL DE FUEGO

ROTACIÓN DEL UNIVERSO

ALFA Y OMEGA

DESPLAZAMIENTO AL INFINITO

POTENCIA ENTRE CENIT Y NADIR

INTERMEDIO DE DIOS

MI CENTRO.






LA DANZA

ONDA DE CHOQUE ROMPIENDO EL TIEMPO
PIEDRA QUE
D
E
S
C
I
E
N
D
E
AL FONDO DE LA NADA
CENTRO INAMOVIBLE
C
A
E

GIRA

LEVITA

GIRA

C
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CENTRO INAMOVIBLE
PIEDRA QUE
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AL FONDO DE LA NADA
ONDA DE CHOQUE ROMPIENDO EL TIEMPO
LA DANZA

Raudal de Palabras


Comentario sobre el libro Raudal de Palabras

RECIÉN TERMINÉ DE LEER LAS ÚLTIMAS PÁGINAS DEL LIBRO Y, MIENTRAS ESTO ESCRIBO, QUIERO COMPARTIR CON USTEDES DEL PERMANENTE ASOMBRO, POR LA VARIEDAD DE TEXTOS QUE DELEITARON MI IMAGINACIÓN Y ALIMENTARON MI ESPÍRITU, TRABAJOS LITERARIOS CON ESTILOS PROPIOS Y REGISTROS DIVERSOS QUE VOLCARON CADA UNO DE USTEDES EN LA SOLEDAD DE SU OFICIO.
NO ME PERMITO HABLAR EN ESTE MOMENTO DEL TALENTO EN CUANTO A ESCRITOR SE REFIERE, SINO AL TRABAJO CONCIENZUDO, EN EL QUE CADA UNO SE PRESTÓ PARA DESTILAR Y DECANTAR CADA PALABRA, CADA LÍNEA CONSTRUIDA, CADA TEXTO TERMINADO. ESTOY SEGURO QUE LA OBRA QUE RECIÉN COMIENZAN O QUE HAN VISTO LA LUZ CON TIEMPO ANTICIPADO, TENDRÁ EL ESTRUENDO MULTIPLICADO DEL ECO QUE CADA UNO BUSCA, NO EN EL LECTOR PER SE, SINO EN EL LECTOR CRITICO-INCRÉDULO, EN EL INSACIABLE, QUE BUSCA EN CADA PROPUESTA UN NUEVO MESÍAS DE LA PALABRA, QUE PUEDA REIVINDICAR, QUE DEBA CONTINUAR CON LO QUE HA QUEDADO PENDIENTE EN LITERATURA Y QUE ATISBA EN LA PRONTITUD DE CADA UNO DE SUS TRABAJOS ANTOLOGADOS COMO MUESTRA EVIDENTE.
SIN LUGAR A DUDAS EL ENCUENTRO DE ESCRITORES REALIZADO EN CÓRDOBA-FORTÍN-YANGA HA PRODUCIDO CON RAUDAL DE PALABRAS UN RELÁMPAGO DE LUZ CUYAS CHISPAS IRIDISCENTES ALCANZARÁN (ESTOY SEGURO) TARDE O TEMPRANO, CON EL ELOGIO Y LA CRITICA DE QUIENES SE ENCARGAN DE ESCRIBIR LA HISTORIA DE LA LITERATURA.
LOS ENCUENTROS DE ESCRITORES SON UN ACIERTO, Y MIENTRAS SE ALIMENTE SU VIGENCIA, TENDREMOS EL GUSTO DE CONOCER Y RECONOCER, A LAS NUEVAS PROPUESTAS QUE OXIGENARÁN, EL TRABAJO LITERARIO DE NUESTRO PAÍS, O QUE YA LO ESTÁN HACIENDO ALCANZANDO NUEVAS FRONTERAS.

CON EL ALIENTO DE LAS MUSAS O SIN EL ACUCIO DE ELLAS, ESTIMADOS ESCRITORES, NO DEJEN DE ESCRIBIR, ASÍ HAYA QUE REVOLCARSE EN LA MÁS APRETADA MELANCOLÍA O SE NADE EN EL VASTO OCÉANO DE LA LIBERTAD, CONSTRUYAN, CONSTRUYAN LO QUE SERÁ EL MÁS DELICADO VERSO, QUE SOBREVIVA NUESTRA TEMPORALIDAD.

Con la mirada del Voyeur.


Comentario sobre la obra Los Diaz(s) Miron(es) del dramaturgo Reynaldo Carballido.
A propósito de la obra Los Díaz(s) Mirón(es), del dramaturgo y amigo Reynaldo Carballido, me permito iniciar con una cita de Thomas Mann respecto al quehacer teatral, inicio la cita: “La nostalgia secreta, la última ambición del teatro es, de cierta manera, recuperar el rito que nació entre los paganos pero también entre los cristianos”. Fin de la cita. Con esta premisa quiero incidir que dentro de la temática teatral se viven dos asuntos conmensurables, y me refiero a lo moral con toda su carga de valores, y su parte contraria, la inmoral, con su incomprendida red de situaciones que nos han marcado, y que inevitablemente vivimos en todas las circunstancias de la vida y de la historia.
La temática que concierne a Los Díaz(as) Mirón(es) no es la que atañe a las virtudes, al puritanismo, sino a lo dionisiaco, a los excesos baquianos, a los apetitos carnavalescos que se viven tras la máscara real del hombre. Reynaldo Carballido como Nietzsche, Antonín Artaud y Guillaume Apollinaire son los hombres que no le temen a la censura, escritores que le dan la dimensión exacta a las palabras y a los actos, porque describen en su máximo rigor la decadencia humana. La labor de ellos, es una vuelta al origen de la tragedia, en donde el mito griego adquiere en la obra renovados tintes, pues los personajes comunes y corrientes, tienen el retoque de la fantasía que el Bosco pintara en el “Jardín de las Delicias”, en tanto surrealista, el personaje común de la obra, tiene atribuciones que sólo corresponderían al mundo de lo onírico, porque dentro de lo vívido del personaje, es normal y corriente que la lengua funcione a la vez de látigo emitiendo chasquidos en el ambiente, o de tapete, que hacen suponer a la vez, de una sensación de rebaño y de dominio, como preeminencias de las acciones. El desarrollo de la trama en esta obra contempla el efecto de las cajas chinas, pues lo que forma la personalidad de cada uno de los actores en el desenvolvimiento de los acciones, no es, sino una costra que se va abriendo conforme lo resguarda la intimidad de los amigos, o del amparo de las habitaciones. Si cada personaje guarda en su interior a otro personaje ¿Cuál es en realidad el verdadero rostro de cada uno de nosotros? ¿Será que inevitablemente vivimos eternamente el ritual de la farsa?
La propuesta de Reynaldo Carballido es una poética de la performance y la desmesura nacida de las cercanías del arrebato, de la denuncia, del yo acuso. El he dicho del dramaturgo, no busca la reconciliación con el universo, sino sólo mostrar como Dante en su Divina Comedia, los niveles en que se corrompen nuestras almas, ya sea como sujetos de poder o de vasallaje. La intuición del caos que fundamenta el escritor en la energía de los impulsos apunta a la afirmación de la vida.
Esta tarde, hemos sido votados a este acto único, somos personajes vulnerables, aquí no existe el recurso del antifaz ni del maquillaje, cada uno se moverá según el guión que ensayamos diariamente, y nos evidenciaremos con un gesto, con una sonrisa o con el silencio que revestirá nuestra conducta, sin duda, otra obra escribirá de la vida, el maestro Reynaldo Carballido.

Islas Imaginarias



Comentario en cuarta de forros sobre el libro: Islas Imaginarias de: Ariosto Uriel
Ariosto Uriel ha puesto la mirada en la lejanía, sobre el horizonte marino y, en el amparo de la tarde, sus ojos se han convertido en “Islas Imaginarias”. Su pensamiento se sustrae por el influjo turquesa y mientras cae la noche los susurros del mar le hacen pensar en una etapa anterior a la vida.
Es en el sigilo del tiempo en el que Ariosto Uriel ha construido su movimiento, y más que un “Poemar” lo que ha querido sugerir es un delicado Nocturno que la nostalgia de su “archipiélago” emotivo dilucida en imágenes que pertenecen al reino de lo onírico.
En estas “Islas Imaginarias” confluyen como en un eterno naufragio las brisas del levante que buscan el abrigo de la costa, el desvanecido delicado de las olas que se confunden infinitas en las entrañas del silicio, el rabioso estrépito de la espuma, que sumisa desciende por la roca y hasta la inevitable algarabía de los muelles, rincones donde apacientan los vaivenes marinos.
Es con el claroscuro del alba que Ariosto deposita sus recuerdos en la sal de la memoria porque es allí donde más se conservan... Pero es en lo profundo de sus sentidos donde se encuentra finalmente este reino incógnito de la niebla azul turquí.

Los Colores del Tiempo


comentario del libro: Los colores del tiempo, de Lina Zerón.
En ese destello efímero que es el tiempo, Lina Zerón matiza de colores los instantes, y los atrapa en este poemario donde reúne lo mejor de su obra, deja al descubierto la metáfora de la metáfora, la sublimidad de las figuras poéticas y la firmeza del lenguaje. Su visión, va más allá de la simple alegoría, y a la vez, refrenda el instinto sacro de la plenitud erótica, el sentimiento que la invade es la emoción castigada de Eva, y bajo el influjo de este temperamento que la tiene sitiada, la poeta se yergue para ser el centro del movimiento del mundo, y en el que, incluso, el tiempo pierde sus atributos. Sin embargo, toda vez que armoniza el vals de sus sentidos, es capaz de aislar cada sensación, y fundirse en el exilio constante de sus emociones. Lina Zerón, mientras escribe, reconoce que su cuerpo también arma sus metáforas de deseo, y más que poeta, es una mujer con El corazón por fuera. La intensidad de sus necesidades deja al descubierto una pasión que no pervive en el recato, su cuerpo es un corazón latente, y el rubor que desprende su apasionamiento desmedido, construye una fuga salvaje de erotismo concentrada en su espiral de fuego, juego infinito de la carne, principio y fin de los sentidos.
Con Los Colores del Tiempo, el rumbo de la poesía y de la poética en sí, ha quedado fijado, pues en su movimiento se construyen, los estados más sutiles de la prosa y el versolibrismo. Tengo la certeza de que la inteligencia emotiva de Sor Juana ha encarnado en el cuerpo de Lina. En mi papel de lector, encuentro de nuevo a la mujer libre, suelta y en abundancia, y aún, cubierta con el espasmo vital de toda sensación, entiéndase esto, como el intenso y primigenio sentir del cuerpo u origen del deseo, y cuyas palabras de Alice Christina Meynell diría que, el verdadero color de la vida es el color del cuerpo, el color del rojo cubierto, el implícito y no explícito rojo del viviente corazón y los pulsos.
Así, el pre-dominio no sólo atañe a la exploración del interior, también se despliega en la firmeza de las actitudes, en la responsiva del prójimo, en el supremo indicio del dolor. Podría decirse, que en el cuerpo de la poeta, se orquesta una alquimia razonada de las pasiones, cuyo único eslabón entre averno y cordura, es precisamente, la palabra.
Coincido con Aitana Alberti y Victor Roura en la emancipación de la autora como poeta, que se fragua en la simbiosis íntima y lúdica de la palabra y la vida.
Quien leyere este diario intimísimo habrá de cimbrarse y reconocerse en el color de la poesía, so pena de que al evolucionar en sus lecturas, contemplará necesariamente, el retorno a ese paraíso erótico, olvidado en algún rincón de su cotidianidad.

Sitio infinito o del origen del silencio…


Comentario sobre el libro escuchando el silencio de Ariosto Uriel Hernandez
Escuchar el silencio, significa hundirse dentro de un abismo, cuyo fondo insondable se pierde en una inmensidad, esta inmensidad se cobija a la vez en un vacío donde no existe la nada, pero existe todo a la vez… “Escuchando el silencio” me hace pensar más, en la caverna recóndita del caracol, con su laberinto infinito, cuya caída en su centro es la certeza de entrar en un sitio donde se acuna el soplo de la vida. El silencio, lugar eterno y distante, bóveda del principio y el fin, aposento que a manera de ara utiliza el poeta para reencontrarse con las fuerzas astrales. Allí, en esa zona omnipresente, es adonde acude este hombre de emociones antiguas, la urgencia de su temperamento le obliga a escapar de lo ordinario y se introduce en los recovecos de la lucidez del silencio, pero no llega solo, le acompaña la certeza de la noche, que en sus efímeros instantes, le provoca a nuestro poeta una melancolía temprana, porque sabe que es inevitable la luz. La noche no le pertenece, su soledad sí, de ahí que la vulnerabilidad de su estado le postre en una conquista de sí mismo. Ariosto renuncia a su identidad física, y mientras dura la noche, va en pos de sus ansiadas potencias: la libertad y el amor, y en ese destierro voluntario se completa en la marea de la noche. Como extranjero de si mismo, el poeta nos enseña a aceptar su vacío que es el nuestro, a mostrarnos indiferentes con ese rostro que es la carne, sabe que la humanidad ha nacido desnuda, huérfana y desprotegida, pues nada se parece a ese jardín edénico que se le ha prometido al hombre, se lamenta y se duele, porque finalmente, la humanidad es una extensión de él mismo, y se refleja en ese espejo de la incompletud cantándole a esa entidad etérea que es el amor, sin embargo, el dolor que le provocan las ausencias es lo que finalmente lucha en su interior, y el estruendo de su grito se rompe en el soliloquio de la noche: ¿Dónde guardar tanto dolor si ya no cabe en el alma? El poeta vive su drama con la única entidad que puede prolongar su lenguaje: el silencio, y ante él se cuestiona: ¿Dónde está mi mente? Pero no es el extravío de la mente lo que añora, es la exacerbada sensibilidad que le juega su alma al desprenderse de su cuerpo doliente; su voluntad finalmente pertenece al reino de lo etéreo, el movimiento de su desvarío le persigue después del alba, la luz del día con su inseparable bullicio le devuelve un rostro que no es el suyo, su nostalgia milenaria le recuerda un mundo que antes ha habitado, un mundo donde existe el amor fraterno, donde los seres no han sido invadidos por los vicios ni sus almas contagiadas por el cáncer de la maldad, este hombre es todos los hombres que han vivido antes, por eso sus amores son inconclusos e insatisfechos, el amor al que el homo-poeta persigue es un amor que se le presenta furtivo, su presente es el tiempo de la espera, que convive con la nostalgia de vislumbrar los tiempos primeros, esos que se vivieron antes de la caída de esta generación que nos empuja a ser los hijos del deseo, siempre del deseo, por eso la otra parte de nosotros que se esconde en el claroscuro de nuestras entrañas aspira con vehemencia a ese lugar del que fuimos desprendidos, del que fuimos arrojados, donde nada hace falta, al reino de la completud.
Escuchando el silencio es una obra incluyente, un poemario en el que el autor nos muestra abiertamente su intimidad, y que con su dolor nos evidencia, a fin de cuentas, todos somos extranjeros de nosotros mismos y sin saberlo, una parte de nosotros ha sido retratada y hecha poesía en este libro que guarda la zona donde se puede escuchar la nitidez del silencio y que se guarda de las multitudes.

EL TANGO


Aún antes que se escuchen los sonidos del fuelle del bandoneón, el cuerpo se va tiñendo de la temperatura de la pasión al fluir la sangre, los músculos se tensan, la mirada se vuelve arrogante incluso desdeñosa, esa atmósfera hace sentir la intimidad de quien se vuelca en la escaramuza de su baile y cuya evidencia permite la desmesura del tango. El tango se convierte entonces en la geometría de los pasos que se empujan hacia el arte amatorio del sigilo. El desdén de su danza erótica nos hace pensar en la ruta del desvarío laocoontiano, pero no es más que la dulce promesa que se funde en una extensión de la pasión irreverente, así, el movimiento vehemente de los cuerpos se vuelven tornasoles, y la influencia evasiva de su ritmo, azota incesante nuestros miembros, y nosotros, en un intento por arrancarnos de su influencia, padecemos el continuum de la espera, sabemos que en nuestro interior también las entrañas luchan, danzan, sufren y se aferran, la voluntad es robada como en un trance ingenuo, para al final, perder la mirada en las inmediaciones de los párpados, buscando el asilo de las penumbras, sintiendo aún el sobrecojo de su influjo.

Espiral


Es muy posible que toda creación tenga como principio una espiral, una espiral cuyo proceso de crecimiento está dado a su vez por un incesante consumo de sus partes externas. Imaginemos el movimiento de un líquido dentro de una licuadora. Las aspas que giran sin cesar arrastran en la inercia de su movimiento a la materia que por la velocidad forma un remolino. Así, los círculos externos necesariamente serán jalonadas por el eje central imaginario (en este caso las aspas), cuyo centro energético se expande y se consume a sí mismo, “alimentándose” de sus partes externas. Una vuelta al principio. Cuando Octavio Paz refirió a la flor como un sol, quizás pensó en la magnificencia de su belleza o acaso puso de manifiesto el gran señorío de su color. Sin embargo, puede caber la posibilidad de que haya ido más allá y que en su viaje contemplativo imaginase cómo la flor inicia su crecimiento rompiéndose desde su interior, en este proceso existe una sensación de vértigo. Los círculos que dispuso Dante en la Divina Comedia para exponer el bien y el mal, representan otra manera del sentimiento laberíntico que desprende la espiral, pero aquí el centro y núcleo están dados por el fuego, que es una alegoría del mal y que en sentido religioso su significado esté basificado en el pecado. A simple vista, la Vía Láctea es una franja uniforme, una disposición cuya alineación en la bóveda celeste está dada por miles de estrellas que buscan hacinarse por alguna fuerza gravitatoria poderosa. Nuestra posición terrestre en esta panorámica sería como mirar el limbo de una hoja de afeitar gigante. La inclusión que tenemos en este ejemplo, es que finalmente somos el gran perfil de una galaxia que a manera de espiral terminará atragantándose a si misma, y a nosotros con ella. Sea que la fuerza se expanda o se concentre habrá de contemplar la posibilidad de que toda existencia esté gobernada por fuerzas de desplazamiento cuya forma sea una espiral. El ying y el yang, es un alfa y omega que concentra y equilibra las fuerzas positivas y negativas, la combinación de sus dos colores-fuerza son el equilibrio de las naturalezas existentes en el universo en convivencia con las naturalezas del hombre. De nuevo la forma y la lógica en un eje como origen. “Los rumbos del universo” pueden contemplar la cardinalidad de los cuatro referentes que todos conocemos, sin embargo, para viajar a cualquiera de los puntos en la distancia habría de considerar el punto cardinal más importante (a partir de uno mismo)que guarda un centro (cenit o nadir) y a partir del cual iniciar el desplazamiento. El movimiento centrífugo, motivado por fuerzas de flujo y reflujo generado por la fuerza que despide un eje central, debe ser finalmente, una reminiscencia de la creación o des-creación.

Toutatis


He dado libertad a lo que fuera mi pensamiento y sale al encuentro de la roca-hierro que se avecina, acaso siguiendo el espíritu nómada que mi voluntad ha desterrado de esa mi primera tierra...(las estrellas),Y como un travieso saltimbanqui haciendo piruetas, me acerco al eructo del cosmos, a esa arena que alguna vez una fuerza quizá no tan poderosa (siendo tal vez otra especie del efecto mariposa) hubo dejado caer en el vacío infinito del espacio. Me trepo a la vorágine del tiovivo y no sé si abandonarme a su movimiento o contrarrestar su fuerza de desplazamiento con el peso muerto en que he investido mi curiosidad. Sin embargo no podría estar en contraposición con la naturaleza y sus efectos, pues mi trayectoria no obedece a esos lindes, sólo me queda la remota comprensión , la sabia reverencia hacia las fuerzas celestes y la arrogante idea de ser parte del cosmos. Semilla que acaso, como idea, vaya impregnada en el fósil que amenaza ésta partícula que llamamos Tierra. Si acaso alguna vez, la pirotecnia del caelum, cayese sobre nuestras cabezas, todas las oportunidades de la vida terrestre se habrán dado cita en este pequeño espacio llamado tiempo...Sería mejor apegarnos al recurso de la ignorancia, sabedores de haberlo dado todo, satisfechos de haber aspirado infinitos aromas y quizá con una cierta melancolía de que al final, la verdadera certeza omnipotente, se encontraba en eso que nosotros castigamos del hombre cavernario. El paganismo y el respeto del cosmos.

Eternidad o la gota que cae


En ese precipitarse al vacío, en ese sutil rasgueo del aire, la gota de lluvia se convierte en flecha que escinde el espacio en un suspiro vertical. Al azotar la tierra, la estremece y ese chispazo la convierte en artificio, en sinfonía preñada de colores.
La gota es la síntesis de lo eterno porque al romperse no muere, sino que finísima e invisible, existe. Investida del rasgo infinito construye en su existencia la presunción del hombre y su memoria.
Cada gota es el océano reencarnado. En el desierto, el desdén de su ausencia convierte a cada grano de arena en una nostalgia petrificada.
En su arquitectura física, el sol se asoma y juega el juego de Narciso, y se desvanece en ella, y se contempla en la fugacidad de los colores y muere, y vive una y otra vez.

El Fado


Esta noche no es una noche cualquiera, ha nacido desesperante, surgido de las inmediaciones de la añoranza, como estos pasos que me llevaron a no sé qué terrenos de esta música lusitana, que se metió junto con las cervezas, en algún recóndito espacio de mi mente...
Con las mesas dispersas como ideas confusas, danzando el simulacro de la vida, bebí cada una de las notas y los falsetes, como sentí cada uno de tus rasgos.
La mesa resplandecía tenuemente en un claroscuro premeditado, con la llama minúscula de una parafina, insinuando el silencio en la penumbra y éste se sugería como un manto amoroso que caía y cubría mi humanidad.
El silencio como principio de ritual. Un silencio que me obligaba a percibir los primeros timbres de la melancolía desprendida de las guitarras que se completaba con el canto doloroso. Tudo isto é fado.
El fado no es un canto de renuncia, es el canto de la esperanza, pero de una esperanza tardía, por ello se preña de tristeza, porque se vuelve lejanísima. Quien canta se desgarra y se duele, y en sus lamentos se ansía y en esa ansiedad se trasciende.
Si en el sonido de las guitarras se presume el destino del alma; el canto en sí, se convierte en la evidencia nada sutil de un estado no alcanzado, de una entidad ausente, de un amor inconciliado y latente.
Quien cantaba esos leves susurros decía: “el fado es triste pero no infeliz, es oscuro pero no gris”. Yo vuelvo a mi lenguaje y manifiesto: el fado es el huir del suspiro que abandona mi cuerpo...Es la llama incandescente ya sin parafina quedando al margen de la espera, como la silla sola frente a mi, dispuesta para ti, y en tu ausencia, el fado como yo...Es sentimiento contra el olvido.

Por quién doblan las campanas*


No sabría decir con exactitud el sobrecojo de mis emociones cuando llegaron a mí los repiques incesantes y graves que el badajo ofrecía cada vez que sacudía el limbo de las campanas. El movimiento del aire arrastraba su lamento en oleadas intermitentes, y llegaban al fondo del cuerpo mío y de cada ser humano, adonde las entrañas deben tener su centro, y ese sentimiento que se acuna en ese de profundis, era arrastrado de regreso como un largo eco, hacia los planos astrales, donde se corresponden los sentimientos privilegiados de lo humano, y que no es el absoluto del cuerpo del hombre. El contrapunto que despedía la sonoridad de las campanas en lo alto de la iglesia, era un llamado a la antiquísima orfandad del ser humano que sucede en un día de duelo, pero este duelo sugería mejor, un desamparo del género humano. El dolor que nos provoca este sentimiento, es un fragmento de la humanidad que nos disgrega, es un poco el fin del mundo que nos opaca, que nos parte y que nos obliga a replantear la finitud en el camino que como naturaleza se transforma y cambia de nosotros. Lloramos la ausencia física, pero más que llorarle a la ausencia física lo que añoramos es al insalvable e irrevocable vacío espiritual que nos provoca ese momento de latencia. La ligereza de nuestro cuerpo es provocada por el cercano beso de la muerte, es el juego de la suerte quien nos postra y nos asola, sabemos que inevitablemente iremos a morder el polvo. La de nosotros, es una suerte echada sin el artilugio de la prisa, una vuelta sigilosa al origen del silencio. Por encima de la muerte, la permanencia del recuerdo, un atisbo de la vida, la derrota del olvido.
* Título que a su vez es título de una de las novelas
inmortales de Ernest Hemingway.

Adagio


Existe una parte del movimiento de las estrellas que es el nuestro, en este lento, el cuerpo retorna a sus principios cósmicos, se convierte en la primacía antigua del origen y la prolongación del infinitum, de allí que ese sentimiento nos remita a la unificación con el universo. Poder extender nuestro influjo más allá de los tiempos y los espacios, nos hace pensar en la más alta comunión con los instantes, nos desintegramos y nuestras partículas se confunden con el todo, y de nuevo la danza, ese eterno vals del movimiento celeste, principio de nuestra carne y nuestra esencia.

Del abandono


…Estaba sentado, revisando la tarea de los niños del grado escolar que atendía, mientras absorto me ocupaba en mi actividad, a mi izquierda, una carita se asomó por encima de mi hombro, el perfume suave impregnado en mi camisa llamó la atención de su olfato; supongo que el agrado fue tal, que en ese momento posó su mentón sobre mí. Seguí revisando, ahora con otra tarea acumulada, empujada por ese gesto que hacía mucho no recibía como adulto, sobre todo, viniendo de la honestidad de un niño. No cuidé la camisa impecable, ni me cercioré siquiera de una extraviada arruga, tampoco rompí ese diálogo inefable que otorga el recorrido de la infancia, en ese instante éramos iguales, las distancias jerárquicas se habían ausentado por el entrañable acucio, quizás de un instinto o, alguna precaria necesidad que se vislumbraba en ese intervalo de tiempo.
Me hizo recordar el único gesto amoroso de mi madre, cuando enferma, desfallecía sobre mi pecho, obligada por una de sus crisis en el desequilibrio de sus fuerzas.
El abandono del cuerpo humano o una de sus partes, para ser protegido por otro, sólo puede comprenderse como un desmedido desamparo como la que evidenció Miguel Ángel en “La Piedad”, el frío mármol al adquirir el volumen y el soplo emotivo, desarrolló para la posteridad una de las fuerzas expresivas más vivas: el de la necesidad de protección; también, de la búsqueda de la parte ausente del ser humano, la que se esconde día tras día en los seres melancólicos y solitarios o, en aquellos individuos, que habiendo perdido el espíritu infantil obligan a que convivan en su cuerpo dos entidades antagónicas: Una que se constituye a partir del tiempo y, la otra que sutilmente queda recluida por la primera y que pervive de manera oscura, atisbando, como ahora este niño, regiones olvidadas de la a-moralidad.

Limbo


"¿Que es el misterio de esa luz que llora
en el agua del ojo, en esa enferma
superficie de vidrio que tiembla?"
Sabines(1926-1999).In memoriam.


Es la eternidad del poeta
la sagacidad ignota de animal herido
llaga de las mil heridas de mi tiempo
soplo del instante que deliro
danza turbulenta que ahoga mis sentidos
laberinto cernido en el nadir de mi sueño
prolongado eje extraviado
en el sin fin de mis instintos
¿duermo?
no sé si duermo
vacilo en el intermedio de mí
con las costras de esta invicta muerte que me sitia
que me ahoga
que me asfixia
que me aprisiona al mundo y
a sus mil interrogantes
¿sueño?
no sé si sueño
pero siento el golpeteo en el núcleo de mi cuerpo
idea lejana de los muertos
no me he mirado
aun no me he mirado
"En los ojos abiertos de los muertos"
quizá despierte al alba
o finalice el sopor extraño de mi siesta
¿Vivo?
no sé si vivo
Pero cuando despierte
si es que duermo
colgaré en ese clavo de mi armario
El peso de mi cuerpo
que en este instante
levita en la inmediatez de la locura.

Latido


Aquella ocasión, cuando niño, mientras miraba perderse al sol entre los cerros, me preguntaba qué habría tras el último montículo que cortaba al cielo. Como no tuve respuesta inmediata, imaginé un profundo vacío, sin final. Después, mis impulsos me obligaron a subir la empinada cuesta para buscar la verdad, a mis ocho años, trepé con el corazón dando tumbos, seguro de encontrar el vacío sin fin. Mientras estuve en la cumbre advertí otras sorpresas, pero seguí pensando en el vacío que debía esconderse atrás de los otros horizontes. Aún ahora, me sigue persiguiendo esa fijación remota, y mientras el vaivén del océano calma mi curiosidad ansiosa, sigo sintiendo ese latido, ese pulso extraordinario que anticipa el descubrimiento de ese sitio imaginado, atrás de la sutil curva, al final del océano.

Leer


El placer de la lectura, solo deviene, como la pasión, de deseos desmesurados, de irreverencia y de una ferviente ansia de diálogo, de comprender y ser comprendido, quizá como respuesta a una antiquísima torre de babel donde más de las lenguas, son eternos lamentos de fantasmas, que en voz de escritores avanzan hacia nuestras entrañas y nos arrastran junto con ellos, como el movimiento de un río, hacia el punto neurálgico de las emociones, donde se habla un solo idioma, el de la vida.

Del diálogo con la música


Cuando todo lo dice una melodía, sobre todo, si es interpretada en un viejo piano, donde los años y el uso ofrecen en sus notas la inigualable quintaesencia...El mundo deja de girar...Las manecillas del tiempo enmudecen y se derrumban en un gesto daliano...Entonces todo es correcto, todo queda concluido porque las notas rebasan el ensueño, se llega a la medida exacta en la totalidad de las cosas...Todo se inmacula, los colores adquieren tonos álgidos, los silencios se conjugan dando origen a la sublimidad.
El marfil de las teclas, a lo largo de la escala alcanzan la exactitud y la seducción del sonido más limpio, convirtiendo el sentimiento y la pasión del hombre, no en tragedia, sino en virtuosidad sobre el arte más noble, la música.
Así sin más, florear los sentidos, traducir las notas en el más alto lirismo, entender la música como la prolongación del ser mismo, inmiscuirse en el diálogo y navegar entre la simultaneidad de tonos equivalentes y llegar hasta la utópica reminiscencia de los latidos primeros de nuestra existencia, entre el contrapunto y la polifonía de los tonos graves y agudos, hasta concluir en el punto de fusión y ser parte de la armonía, para descubrir el instinto primero del compositor e identificarnos en ese parentesco que abrigan las pasiones.
Sin duda, la seducción se viste de múltiples facetas, y cuando ésta se vale de la música para construir su campo de altas satisfacciones, entonces, quien hace la música, se convierte en un romántico al que de antemano se le abren las puertas de las fibras más íntimas del corazón humano.
Ante el perfecto desamparo de las frases, Satie irrumpe en el diálogo* universal del hombre con su incomparable “Gymnopedie primera”, tan llena de serenidad desde sus primeras caricias lentas, hasta ese final que nos obliga a sentir un dejo insaciable, que bien podría reproducirse en lo eterno, en un vaivén suave de mar calmo, con el paraíso emergiendo de sus dedos, arraigando con las notas alguna ­­ nostalgia perdida, algún deseo inconcluso, o vaticinando la gran finitud del hombre en el océano del tiempo. Sin embargo, si se quisiese mirar los abismos insondables de la melancolía, bastaría con husmear en los acordes de la “Sonata No. 14” de Beethoven, so pena de palpar con infinita misericordia del profundo dolor, y la gravedad del destino de un alma atormentada, adivinando cómo el genio* se derrumba al finalizar el resquicio de la última nota sobre las aceradas tablas de las penumbras de su piano.
Haciendo una somera comparación del tema: “El Cisne” de Saint Saëns, ejecutada en la solemnidad y protocolos del piano, lo más parecido sería encontrar esa armonía, sobre los escaques blanqui-negros de un tablero de ajedrez, con sus movimientos de avance y retroceso, como si de un vals voluptuoso se tratase, a veces dejándose llevar como un lento capricho, o recogiéndose insumiso ante el inminente obstáculo de un cambio, que se antoja imprevisto en el tendedero* de las notas, que bien puede ser la caída de un tono bajo a uno alto, o el peligro inadmisible que supone un jaque al rey.
Es difícil traducir el embeleso que produce el lenguaje musical, incluso bajo la frase más suntuosa, pues puede llegar a limitarse su expresión omnisciente. Debe dejársele verter como una fuerza inasequible, como un poema sui generis, sabedores que la irreverencia de su torrente, dejará huellas delebles en nuestro organismo, como los profundos surcos dejados por los ríos a su paso, y aún cuando su flujo se halle interrumpido, quedará el fósil de la vida en su relieve.
Quiero enfatizar a manera de epílogo inmiscuyéndome en lo profano, con esta frase que extraje del aforismo número 142, referido a la simpatía, en la obra “Aurora” de Federico Nietzsche: “Creo que aquí está el origen de lo que llamamos sentimiento de la naturaleza, de la impresión que nos produce el aspecto del cielo, de los valles, de las rocas, de los bosques, de las tempestades, de las estrellas, de los mares, de los paisajes, de la primavera, etc.” *
Como punto final y con todo respeto para quién se sienta agraviado (aunque resulte paradójico) reconozco que el resto de las bellas artes sólo evoca una pálida “servidumbre de la música”* en cuanto a comprensión se refiere.

El lugar exacto


A Carlos Fuentes Lemus. In memoriam.

No recordamos los días
recordamos los instantes.

Cesare Pavese


Yo…Creo en los lugares exactos; igualmente sé que existen puntos convergentes, donde las personas y cualquier manifestación de vida, con el rol del movimiento, llegan a encontrarse sin colisionar (el orden del caos).
…Alguna vez, alguien ha ocupado u ocupará el sitio en el que ahora me encuentro, también alguien pensará lo mismo que yo en alguna parte del mundo; y eso, es un lugar exacto.
El nacimiento de Cristo que marca una era, se convierte en una convergencia de sucesos, así como el de los cuerpos celestes, que durante sus evoluciones llegan a violar un punto que ha sido ocupado por otro cuerpo; también es un lugar exacto. Así es este momento…Exacto, como la línea que media la vida y la muerte; en un tiempo suspendido cual pompa de jabón en el aire, sin saber siquiera, cuando dejará de existir.
¿Pero cómo se llega a este punto muerto? También conozco el camino; es como el efecto estereofónico de los sonidos, debes situarte en el ángulo correcto donde se conjugan las resonancias, es el espacio donde sólo tú lo puedes apreciar, ¿lo has sentido?
…Fue la nota dulce y melancólica nacida de la flauta de tres tonos, allá arriba; al final del mástil, donde cuatro hombres-pájaro miden la inmensidad de la fe, y donde el sacerdote en su catarsis se entrega en su danza como resultado de una petición, él mismo es una ofrenda; es el resumen de una dinastía, en cuya nota sonora de flauta y tambor, sirven de capullo para efecto.
Simultáneamente, en el mismo punto, los acordes básicos del órgano de la iglesia de junto, con su figura sacra y su salmodia en equilibrio de verdad indiscutible, dedos en la tecla y voz en la música, una formula perfecta. Los dos ritos conjugando un pasado y un presente, armonizados en un espacio teogónico, ambos en su solemnidad litúrgica.
…Pero existe otro momento que también se eleva, también logra su ascesis, la modernidad; la modernidad con sus actos vanos, la belleza de lo ordinario, la frivolidad y sus facetas; de tacones, murmullos y bocinazos de los autos, de cuyos dueños enanos sobresalen cuellos largos; de ayes emitidos por gargantas sordas o de neurosis contenidas en los vasos capilares.
Tres los rostros, tres los actos de fe conjugados, tres sonidos haciendo música; la vida en tres actos. Y yo de espaldas distinguiéndolas, y de frente la tarde, dando paso a la noche… Esperando al final, el telón del acto último, del último murmullo que se va…Y se aleja…, como el cabús de un tren perdiéndose en una curva en la distancia, y yo espero, con la paciencia suficiente, con mis sentidos despiertos, para ser el punto exacto de otro lugar exacto.

Al ser que viene


De aquí que cada ente literario esté
Condenado a una vida eterna, siempre
Nueva y siempre naciente, mientras
Viva la humanidad.
Alfonso Reyes


La vida del escritor nunca ha sido fácil, es trágica en demasía porque carga sobre sus hombros con las penalidades que hereda con el principio de la humanidad, en su cuerpo se enseñorean los fantasmas* vertidos de la caja de Pandora, vive una vida alucinante que raya en el espanto, es un perseguido para si mismo.
El escritor, como el sabio y el filósofo, al entender la naturaleza de la vida, se apega tanto a la muerte, para buscar en el aislamiento la comprensión de sus pequeños decesos, es allí donde se emancipa alimentando a los fantasmas que al mismo tiempo le oprimen, es en el silencio de la quietud donde se lame las heridas de los siglos. Allí muere y se regenera volviendo de nuevo al ciclo, regurgitando en delicadas líneas la tragedia del mundo o su cuasi denegada esperanza; en su catarsis se convierte en un Atlas cargando el inmarcesible yugo de la eternidad.
El escritor es todas las vidas, todas las muertes, todos los rostros, es el aire y los verdes cada vez más huidizos de los bosques, es el rayo y la luna, es lo negro y lo etéreo, es luz y abstracción, es todos los universos, también es nada.
El escritor en su condición envidia al ser que aun no nace, al loco que ignora, al niño que olvida, al animal que desconoce las maldades, al polvo incorrupto que de la piedra se ríe.
El escritor es invadido comúnmente por la paradoja del suicidio, y en realidad el mismo se asiste, matando a sus ideas con cada punto final, asesina a sus personajes malos que son él mismo, y a sus fantasmas buenos, los empuja a vivir una esperanza que sabe utópica...Y al final, cuando queda vacío, entonces envejece prematuramente, y ya sin fuerzas es aplastado por ese cosmos que había venido soportando desde el inicio de la humanidad, sólo para que otro tome su camino, el de la vida, la tinta y las pasiones, una tragedia que el Ser heredado desconoce al nacer, cargando en su sino el estigma de los elegidos, mártires que edificarán su propia gloria creando arte de su tragedia, revocando el destino de los que subyacen en sombras y quienes le han precedido en el indisoluble vínculo con las letras. Y así es la Palabra un bien del Hombre.*

Entre el mar y la arena



A veces descubrimos
ese pedazo de naturaleza
que todo lo contesta […]


Fabio Morábito



Para un sol inclemente una brisa bienhechora; para arenas grises o blancas una inmersión en agua salada. Canto de la espuma o eco de las sirenas, palmeras danzarinas, locas y descabelladas, oleaje interminable, masa humana soñolienta.
Belleza y misterio en este trópico de ensueño en las playas del Totonacapan, paraíso de la quietud, cuadro del idilio, de atardeceres donde se conjuga un sol que escapa al horizonte, entre el mar y el cielo, precediendo una bóveda con una luna inmaculada y rebosante, que bien podría rendírsele culto alargados en la arena, o iniciar un rito alrededor de la fogata crepitante; quizá buscar el consuelo de las penumbras, y en su amparo contar meteoritos cargados de deseos postreros, siguiendo la incógnita de descifrar la famosa vía láctea, o colgarle un hilo fluorescente a la eterna Osa menor y convertirla en papalote para iniciar una loca carrera por los senderos de lo imposible.
Puedes embriagarte de regocijo, carcajearte, gritar o llorar, y dirigir tus pasos a este mar omnisciente, para darle unas cuantas nalgadas, por ese robo protagónico clásico de la semana santa, que nos hace parecer con su desdén, como un grano más de cilicio que la circunda en toda su inmensidad.
Bien vale la pena rayar en la locura y correr, correr y pisotear, hundir los pies descalzos en esta arena gratificante, y lastimarla; lastimarla hasta terminar exhausto, caído en su sábana ondulante…Y luego, cerrar los ojos para provocar un remolino de ideas esquizofrénicas, donde las estrellas y los planetas y las cosas, se reúnan en tu ombligo para ser el centro de los universos y deshacerlo a voluntad en la memoria.
Abre tus poros, dora tu piel y extrema tus sentidos, abandónate en la naturaleza y sé parte de ella; róbale sus atributos al señor camaleón…Y piérdete.
…Después exclama: Ay de mis sentidos galopantes, soy yo y me desconozco; será el hechizo costeño que invade, penetra las vísceras y toca el alma, te llena de energía y transforma el estado de ánimo alicaído en protuberante marejada.
Al final, cuando tus emociones hayan conspirado en un orgasmo y te sientas satisfecho, inclínate devoto y huye, huye a otras latitudes, contagia al rostro gris y háblale de la fantasía que nuestras costas* pueden producir…

El carácter del secreto


Entonces la mujer de Lot miró atrás,
a espaldas de él y se volvió estatua de
sal.
Génesis, 19/26


Podría decirse que el secreto es la parte inviolable y recóndita del ser humano, la he comparado como un elemento indivisible que supera la estructura del átomo.
El secreto permanece en la más tenebrosa penumbra, supera a la vida misma de la muerte. Puede llenar nuestras mentes; es fatalidad, es energía contenida, es un soplo sin salida…Es mortaja.
El secreto también reviste la más compleja fidelidad; quizá también sea en la vida el mayor pecado capital.
Dostoievsky en su Crimen y Castigo, ha sido, quién lo pone al descubierto y quien mejor ha retratado su anatomía, la convierte en enredadera, sometiendo en su abrazo a los protagonistas; sus personajes, a él mismo.
…Ha habido quienes no soportan su peso y la revierten en variadas formas, entonces se refleja en desdicha, como el oscuro pasado que condena a Jean Valjean* a vivir en un presente huidizo, haciendo de su vida una prolongada tragedia.
El secreto produce horrendas patologías mentales que marchitan el cuerpo, prohibiendo la luz y colapsando la mirada, envenenando el aire y disfrazándose de locura. La ubicación del secreto va más allá de las entrañas, está en toda la naturaleza humana; inunda los sentidos, también se halla en ninguna parte. Cuando el secreto ronda bajo la túnica del fantasma, surge entonces la rémora del morbo; es decir, juega con el ansia primitiva del hombre, retornamos a las cavernas donde vive el instinto; mas el secreto en su sugerencia…Permanece, jamás se concreta, ** es volátil, es etéreo, es abstracción, no existe escalpelo que lo torne visible.
El secreto es el móvil de las más oscuras pasiones, o nos hace héroes o nos convierte en santos. Ronda las mazmorras, se camufla en las iglesias; bajo las alcantarillas, se pinta de carmín, viste en andrajos o en ropajes con hilos de oro; quién prescinde del secreto deja de ser hombre.

Maclovio Sosa Palomino


Puede resultar un mundo incomprensible el poder descubrir y traducir el aspecto multifacético que puede abrigar el hombre sensible. Y como escribió alguna vez Humberto Martínez a propósito de comentar la obra de Gorostiza: “La dimensión de profundidad de un pensador poeta puede ser sólo comprendida por otro poeta o pensador, [...]”.* Ello puede venir quizá de algún lejano parentesco que llevamos, si no en los genes sí en lo que cada uno posee de profeta, o de sabio, o de ambos... Y puede resultar un tanto vano y pretencioso, el querer aspirar a la nobleza que guarda el hombre-poeta, sin embargo, es necesario conducirse por esos caminos para interpretar y loar los escritos que pueden ser vedados por el intento de poeta que soy, tratando de descubrir la identidad de este ser sensible que la poesía ha tomado, para ejercer como Dios, el acto de crear. Quizá en ese intento las musas conspiren contra mi voluntad y se escurran de mis espacios evadiéndome, cual ser iluminado que no soy.
Si no como poeta será con la visión del escritor lo que hará que consiga al fin retratar la vida de mi amigo Maclovio que como hombre-poeta inventa, descubre y nos transporta con su poesía en los campos de la fascinación y que usando la herramienta del lenguaje, traduce las palabras que captura en delicados versos, que preñados de elementos parnasianos convoca a la memoria a un extasío, cantándole ora a las ninfas totonacas otrora Diosas exuberantes olorosas a jazmines, ora al espíritu apolíneo y que Alfonso Reyes adoptara también como rasgos helénicos en su inigualable prosa.
Música y ritmo es lo que deja sentir este poeta en las composiciones de sus múltiples libros impresos, cantándole ya a la belleza, a la nostalgia, a los amigos o a la tierra. Y su canto vehemente al no contenerla sólo en décimas o sonetos, busca el alivio de la guitarra y acercándola al latido de su pecho se completa en el rasgueo convertido finalmente en sones o huapangos, que llevan implícito el dejo de la melancolía o la energía dionisíaca de los acordes que lanza al aire...Y a la sierra.
Es la sierra que lo adopta, y es a ella que se entrega, buscando el génesis en la piedra..., en el barro..., en los cántaros que contienen como un cuerno de la abundancia la primera existencia, el primer pulso de la tierra donde él ha nacido, y que como visiones delirantes, ensimismado, convertido en un escriba celoso, apoyado con el glifo de la significación transforma su sierra, en el paraíso, como alegoría de la prodigalidad totonaca y puerta de entrada al “único mundo”.
Es así, investido del carácter de cronista-poeta-músico cómo Maclovio Sosa Palomino se convierte en un guardián de la belleza, en un vigía de la historia, en la memoria, ya no de la región geográfica y limítrofe, sino del pueblo totonaca, aquél que ha sido acunado por el tiempo, que ha sido cantado por otras voces y otras liras; del pueblo que se guarda entre lomas y que se funde en el susurro del canto vertido ya por sus versos, ya por sus falsetes que se esparcen como el perfume de la resedá, entre los recovecos, buscando mar y montaña. Quizá reinterpretando el mundo nostálgico del extasío que alguna vez los griegos crearon al acercar cielo y tierra y el convivir de Dioses y humanos. ¡Y basta!, no puedo decir más, no puedo escribir más, las musas han jugueteado conmigo y se han esfumado al amparo de las sombras, sólo escucho el siseo y el movimiento de sus pies descalzos que afuera, en el follaje, juguetean con las hojas tiernas en ese andar huidizo, quizá huyendo de las travesuras de Pan, que ha conspirado contra mi necesidad.

Leonora Carrington


Leonora es una mujer antigua, una vidente venida de tiempos ancestrales, su producción artística nace de un claroscuro que genera habitantes quiméricos, seres envueltos en halos misteriosos, líneas y formas que rayan en lo místico. El boceto terminado, la escultura imponente, o los rostros insondables ejercen una influencia en quien mira y que por un efecto es robada la lucidez de su presente, para sustraerse en un mundo mítico, convirtiéndose el espectador en un ser con el mismo parentesco de lo que mira, cada vez más en la idea de haber vivido alguna vez ese mundo que solo se antoja vivirlo en sueños (deja vu). La mirada expectante, abierta y asombrada es la primera parte del cuerpo que se sobrepone al hechizo temático, desprenderse de la influencia llevará más tiempo. El aturdimiento se prolonga y se vuelve mas real durante el sueño; posteriormente, en la lucidez de la vigilia, llega una comprensión idílica, un reconocimiento que deja de ser metáfora y que se trae consigo a los rincones del cerebro, entonces tenemos la certeza de haber vivido en otro tiempo y en otra dimensión.
Leonora Carrington vertebra su obra en una simbiosis física de elementos medievales celtas, egipcios y aborígenes australes, además de aplicar un aura que cubre su obra con el dominio de la cábala judía. El arquetipo final se aleja de lo real y se acerca a lo onírico, a lo surreal. Es posible que durante la concepción de cada uno de sus trabajos Leonora se halle en una atmósfera de constante éxtasis para poder ornamentar nuestro presente y llenarlo con un recuento de símbolos, motivo de nuestra historia, sólo así podemos comprender el legado de una de las páginas del surrealismo, que más que movimiento artístico y/o filosófico, es una forma de vida.

Babel y el entendimiento


El lenguaje como tal reviste infinidad de matices y directrices, y siendo un bien individual se contrapone al estado de soledad. Si la intención de comunicar permaneciese contenido como un soplo, en el interior nuestro, el sentido de comunicar perdería la totalidad de sus atributos, la necesidad del otro para ser oído y respondido, nos arrancaría del aislamiento y nos situaría en el orden de la correspondencia, sin embargo, esta primera manifestación solo sirve para vindicar una postura, para posicionar la necesidad de un solo ente. La verdadera intension de la comunicación, en este primer ejercicio del lenguaje, habría de considerar una toma abierta, y avanzar del estado estático al de movimiento, una cámara que en su evolución pudiese rodear al sujeto contrario para recontinuar con el hilo de las acciones para enlazar no un nuevo inicio, sino recomponer el eco, transformado en una nueva significación que reinventara infinitas posibilidades de diálogo, una avanzada que desfragmentara nuestros orígenes primitivos y nos situara en una babel inteligible, que incluyera hasta el sujeto menos afortunado, al más aislado. Apreciable lector, el mundo nuestro tendría un rumbo diferente, el tuyo, el mío, el de aquél que carece de habla, el del soldado desconocido que nunca debió quedar tendido en el campo de batalla, inclusive el del asesino que fue desoído en su grito pretérito; también el del nonato que perdió todo chance de diálogo. La babel de nuestros días sigue impregnada en nuestra sangre, con su idioma desconocido, confundiéndonos apartándonos cada vez de la conciliación con uno mismo y con el otro, la evolución nos ha olvidado, en algún lugar de nuestros genes.

La inocencia o la ignorancia de la moral.


En el hombre, antes de que exista en él la semilla de la moral, su ser se encuentra inundado de inocencia. En su devenir, una vez que desaparece la moral de las competencias humanas (háblese de los espíritus libres) también se llega a la inocencia. ¿Qué es lo que cabe dentro de la inocencia? Si realizamos un viaje a su núcleo llegaremos a contemplar que su fundamento tiene que ver con la voluntad del hombre y que esta se reduce necesariamente a lo que le dictan sus instintos primitivos, es decir, el hacer fundado en la ignorancia de sus resultados, como es de esperarse, en ese estado edénico, no entra en juego la parte racional, o bien, la que trae consigo el aprendizaje de la moral, que, aunque se vislumbra incipiente como resultado de la interacción social --pues el rasgo civilizatorio siempre es inevitable--, existe una supremacía del deseo como leit motiv --entendido como satisfactor--. El parecido de esta naturaleza con el ámbito animal, es importante.
La extirpación de la moral para Nietzsche comienza con la muerte de Dios. A partir de la desaparición de la deidad, posibilita en su tesis, el dominio de la voluntad por el hombre, la supremacía de la inteligencia otorga poderes ilimitados sobre sus emociones y actos, sin embargo, ante la castración de la moral aprendida, no existe la posibilidad del mea culpa y ante esta evidencia, se presume el retorno a la inocencia. Posiblemente Nietzsche vislumbraba con el uso de la inteligencia no una clase de superhombre sino a una nueva servidumbre que contrasta con la venida de la felicidad. El pintor flamenco Hieronimus Bosch estampó en El Jardín de las Delicias o la Pintura del Madroño
(tríptico) en su tabla interior, la exaltación de la carne, este motivo desborda los límites del cuadro. Lo que podría ser un pecado original multitudinario representa en sí un estado alegórico de inocencia adonde no existe ningún vestigio de culpa. La pintura completa es toda felicidad, allí no existe la sugerencia, el sexo y el disfrute de la tierra y el aire queda fijo en cada rincón y en cada motivo, como un plus ultra. Aún, cuando el tema principal de la pintura debía ser (para los moralistas) la caída del hombre, no existe tal hecho. El Bosco obvia la moral e ilumina en todos los rumbos del cuadro, la luminosidad de los instintos. Finalmente, el deseo colectivo de la felicidad como fin humano, adquiere un movimiento constante, la disipación de los sentidos se muestra en cada gesto corporal, y ante el acuerdo de un disfrute colectivo, queda al descubierto el matiz primitivo de la inocencia. ¿Es la inocencia parentesco de la honestidad? ¿A quién atribuirle el rasgo de honestidad, a la inocencia o a la moral?

Capilla Gótica


El Sol asciende sobre el cenit, la cúspide de la torre, en su equilibrio, surca imaginaria la inmediatez del firmamento. Es el mediodía de la luz. Las incipientes líneas de las sombras bailotean el segundo acto de su danza. Mientras disminuye el día, el contrapunto que fragua la luz y las sombras se desparraman sobre el principio de su cono. Empieza escurridizo el juego del contraste orquestando su influjo evasivo. La capilla en su maravilla arquitectónica se desplaza horizontal y vertical emulando un galeón medieval; mientras tanto, las volutas desencantadas, diseminadas en las torres, bañan con sus sombras lacrimosas los cimientos de su prisma. El artilugio de la luz, al caer áureo sobre el silicio del vitral, convoca al color en su máxima expresión. Los claroscuros de sus tonos evocan un total dramatismo sacro. Esto es sólo el principio mágico para quien mira y se apropia del efecto tridimensional de sumirse en la contemplación que ofrece la refracción. A contraluz una gama de matices, supone de los mosaicos, cuadros vivientes. Afuera, la potencia de la luz se arroja con fuerza en la doble faceta que guardan los santísimos. El sol se conjuga y se guarda en los límites de los silicios, pero es necesario que el astro se doblegue limpiamente en las postrimerías de los cerros para poder perderse en el dramatismo de los detalles. Es obligado guardarse y fugarse en el transcurso de la tarde, sólo así logrará nuestra mirada adjudicarse la metamorfosis estética de la teogonía divina.
Mientras la vigencia de los vitrales sacros sean el interludio entre lo divino y lo estético, limbo entre la luz y las sombras, tendremos la certeza de que también Giotto, la iglesia de espigadas flechas y el Renacimiento se guardan allí en los prismas multicolores para deleite de nuestros sentidos.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Habla el hijo


En este día como es costumbre, se ha puesto el sol al horizonte, y los pájaros de nuevo han jugueteado entre las ramas de los árboles canturreando la alegría del final del día..., en Xalapa las jacarandas en su mar violeta enseñorean el velo niebla del paisaje, intuyo que en Papantla lo mismo hará el framboyán con su púrpura de vida, sin embargo el clima hace la diferencia en los humores del hombre; los grises de Xalapa evidencian la nostalgia de un humor brumoso, harto melancólico; en Papantla el claro del ambiente y el sopor húmedo de costa enardece los rostros viviéndose la víscera pasional. Este es nuestro mundo, el tuyo y el mío, costa y montaña. En ambos las emociones se sienten diferente, se viven diferente, en uno es el retrato vivo del recato, y en el otro, el erotismo del ambiente monta el aire. Así es mayo, delirio y pasión, luz y sombra, índice de la primavera, vértice de la maternidad, elocuencia del arrullo, Venus del aroma, símbolo del movimiento. A medida que transcurren los segundos la idea de la creación se vuelve más clara, como alguna vez el feto creciendo en tus entrañas, danzando al ritmo de tus pasos, flotando en el cosmos de tu sangre, acaso te interese saber que antes que posaras la mirada, en el rostro rosado de tu carne que emergía del fondo de tu centro, ya antes, en la semioscuridad de tu vientre, ese latido incipiente se había investido con la mirada de los ciegos, vislumbrando el naranja de tu abrazo... Pero aún ésta subyace a la ley de la añoranza de lo perdido*. El único movimiento que le está permitido al hijo es romper, no desasirse**. Así, existe invisible lazo, movimiento infinitesimal, emociones a su vez del hijo, del hijo, del hijo; e incluye también a quienes jamás conocimos, y que sin embargo, hay mezcla de resabios en la marea roja que se agolpa en este lazo que nos une: somos suma, mezcla, ciclo, ritmo, sincronía de latidos, intuición y abandono.
También hay mucho que decir de las madres silenciosas, de las madres tristes, de las madres nostálgicas, de las madres iracundas, de las madres irascibles, que a su vez son hijos incompletos, hijos necesitados, hijos incomprendidos, hijos que se fundaron en la ausencia, que se aventuraron más allá de sus límites emocionales, son los hijos de la espera, los eternos necesitados, temperamentos insaciables.
Violeta y púrpura. Mayo en primavera, montaña y costa, eterno lazo de sangre. Mi madre y yo.