martes, 27 de julio de 2010

Sitio infinito o del origen del silencio…

(Comentario sobre el libro "Escuchando el silencio" del poeta Ariosto Uriel Hernández).

Escuchar el silencio, significa hundirse dentro de un abismo, cuyo fondo insondable se pierde en una inmensidad, esta inmensidad se cobija a la vez en un vacío donde no existe la nada, pero existe todo a la vez… “Escuchando el silencio” me hace pensar más, en la caverna recóndita del caracol, con su laberinto infinito, cuya caída en su centro es la certeza de entrar en un sitio donde se acuna el soplo de la vida. El silencio, lugar eterno y distante, bóveda del principio y el fin, aposento que a manera de ara utiliza el poeta para reencontrarse con las fuerzas astrales. Allí, en esa zona omnipresente, es adonde acude este hombre de emociones antiguas, la urgencia de su temperamento le obliga a escapar de lo ordinario y se introduce en los recovecos de la lucidez del silencio, pero no llega solo, le acompaña la certeza de la noche, que en sus efímeros instantes, le provoca a nuestro poeta una melancolía temprana, porque sabe que es inevitable la luz. La noche no le pertenece, su soledad sí, de ahí que la vulnerabilidad de su estado le postre en una conquista de sí mismo. Ariosto renuncia a su identidad física, y mientras dura la noche, va en pos de sus ansiadas potencias: la libertad y el amor, y en ese destierro voluntario se completa en la marea de la noche. Como extranjero de si mismo, el poeta nos enseña a aceptar su vacío que es el nuestro, a mostrarnos indiferentes con ese rostro que es la carne, sabe que la humanidad ha nacido desnuda, huérfana y desprotegida, pues nada se parece a ese jardín edénico que se le ha prometido al hombre, se lamenta y se duele, porque finalmente, la humanidad es una extensión de él mismo, y se refleja en ese espejo de la incompletud cantándole a esa entidad etérea que es el amor, sin embargo, el dolor que le provocan las ausencias es lo que finalmente lucha en su interior, y el estruendo de su grito se rompe en el soliloquio de la noche: ¿Dónde guardar tanto dolor si ya no cabe en el alma? El poeta vive su drama con la única entidad que puede prolongar su lenguaje: el silencio, y ante él se cuestiona: ¿Dónde está mi mente? Pero no es el extravío de la mente lo que añora, es la exacerbada sensibilidad que le juega su alma al desprenderse de su cuerpo doliente; su voluntad finalmente pertenece al reino de lo etéreo, el movimiento de su desvarío le persigue después del alba, la luz del día con su inseparable bullicio le devuelve un rostro que no es el suyo, su nostalgia milenaria le recuerda un mundo que antes ha habitado, un mundo donde existe el amor fraterno, donde los seres no han sido invadidos por los vicios ni sus almas contagiadas por el cáncer de la maldad, este hombre es todos los hombres que han vivido antes, por eso sus amores son inconclusos e insatisfechos, el amor al que el homo-poeta persigue es un amor que se le presenta furtivo, su presente es el tiempo de la espera, que convive con la nostalgia de vislumbrar los tiempos primeros, esos que se vivieron antes de la caída de esta generación que nos empuja a ser los hijos del deseo, siempre del deseo, por eso la otra parte de nosotros que se esconde en el claroscuro de nuestras entrañas aspira con vehemencia a ese lugar del que fuimos desprendidos, del que fuimos arrojados, donde nada hace falta, al reino de la completud.
Escuchando el silencio es una obra incluyente, un poemario en el que el autor nos muestra abiertamente su intimidad, y que con su dolor nos evidencia, a fin de cuentas, todos somos extranjeros de nosotros mismos y sin saberlo, una parte de nosotros ha sido retratada y hecha poesía en este libro que guarda la zona donde se puede escuchar la nitidez del silencio y que se guarda de las multitudes.




Con el mayor y mejor de mis afectos:



Poza Rica de Hgo. Ver. A 23 de Septiembre del año 2005.

Con la mirada del Voyeur.


A propósito de la obra Los Díaz(s) Mirón(es), del dramaturgo y amigo Reynaldo Carballido, me permito iniciar con una cita de Thomas Mann respecto al quehacer teatral, inicio la cita: “La nostalgia secreta, la última ambición del teatro es, de cierta manera, recuperar el rito que nació entre los paganos pero también entre los cristianos”. Fin de la cita. Con esta premisa quiero incidir que dentro de la temática teatral se viven dos asuntos conmensurables, y me refiero a lo moral con toda su carga de valores, y su parte contraria, la inmoral, con su incomprendida red de situaciones que nos han marcado, y que inevitablemente vivimos en todas las circunstancias de la vida y de la historia.
La temática que concierne a Los Díaz(as) Mirón(es) no es la que atañe a las virtudes, al puritanismo, sino a lo dionisiaco, a los excesos baquianos, a los apetitos carnavalescos que se viven tras la máscara real del hombre. Reynaldo Carballido como Nietzsche, Antonín Artaud y Guillaume Apollinaire son los hombres que no le temen a la censura, escritores que le dan la dimensión exacta a las palabras y a los actos, porque describen en su máximo rigor la decadencia humana. La labor de ellos, es una vuelta al origen de la tragedia, en donde el mito griego adquiere en la obra renovados tintes, pues los personajes comunes y corrientes, tienen el retoque de la fantasía que el Bosco pintara en el “Jardín de las Delicias”, en tanto surrealista, el personaje común de la obra, tiene atribuciones que sólo corresponderían al mundo de lo onírico, porque dentro de lo vívido del personaje, es normal y corriente que la lengua funcione a la vez de látigo emitiendo chasquidos en el ambiente, o de tapete, que hacen suponer a la vez, de una sensación de rebaño y de dominio, como preeminencias de las acciones. El desarrollo de la trama en esta obra contempla el efecto de las cajas chinas, pues lo que forma la personalidad de cada uno de los actores en el desenvolvimiento de los acciones, no es, sino una costra que se va abriendo conforme lo resguarda la intimidad de los amigos, o del amparo de las habitaciones. Si cada personaje guarda en su interior a otro personaje ¿Cuál es en realidad el verdadero rostro de cada uno de nosotros? ¿Será que inevitablemente vivimos eternamente el ritual de la farsa?
La propuesta de Reynaldo Carballido es una poética de la performance y la desmesura nacida de las cercanías del arrebato, de la denuncia, del yo acuso. El he dicho del dramaturgo, no busca la reconciliación con el universo, sino sólo mostrar como Dante en su Divina Comedia, los niveles en que se corrompen nuestras almas, ya sea como sujetos de poder o de vasallaje. La intuición del caos que fundamenta el escritor en la energía de los impulsos apunta a la afirmación de la vida.
Esta tarde, hemos sido votados a este acto único, somos personajes vulnerables, aquí no existe el recurso del antifaz ni del maquillaje, cada uno se moverá según el guión que ensayamos diariamente, y nos evidenciaremos con un gesto, con una sonrisa o con el silencio que revestirá nuestra conducta, sin duda, otra obra escribirá de la vida, el maestro Reynaldo Carballido.

Papantla de Olarte, Ver. A 08 de Octubre del año 2005

Sangre de Volador o temperamento nóbilis


(Comentario sobre la novela "Sangre de Volador" de Gerardo Vigueras Colén).

La sangre es la fuerza primera que mueve al mundo, es la ley del instinto, de la supervivencia, y por la sangre, es que mantenemos el arraigo de la tradición humana.
El volador, es un símbolo solar dentro de la concepción mesoamericana, su figura se vuelve mítica y gigante cuando se desplaza en el reino de su vuelo, la oscilación de su cuerpo en el aire, busca extender los confines de su rito, y en su lenguaje de plumas, se afirma en el presente el temple de su sangre.
Sangre de Volador no sólo conjuga el carácter de un pueblo, sino también guarda la memoria e identidad en la que se ha constituido.
El totonaco dentro y fuera de la ficción de este libro, se funda en la familia y dentro de ella también se emancipa. Sus valores su fe y su sensibilidad, se fortalecen y se justifican como un bien colectivo, y es en este colectivo donde radica el temperamento de los tres corazones o tutunacú.
La sensibilidad de Gerardo Vigueras Colén, le ha llevado a reconocer en su narrativa, la historia de vida de Antonio, el personaje principal, que busca continuar la practica de la volada que hereda de Jacinto, su padre, que lo continúa después de muerto y revoca su memoria en cada vuelo, así, construye la templanza que el volador tiene de sí mismo, Vigueras, sabe que una vez iniciado, el volador debe guardarse religiosamente para purificarse en el vuelo, y el volador, celoso de su práctica, lo practica hasta sus ultimas consecuencias. Todo oficio es sagrado, pero ninguno puede estar más cerca de los dioses, que el oficio de volador.
El escritor, en su mirada omnisciente, y aprovechando el tema, inserta y completa el sentido de patrimonio colectivo, mostrando la fuerza de su pueblo, en una descripción bella que refuerza aquella frase de Alfonso Reyes, en su libro Visión de Anahuac, cito: “Viajero, has llegado a la región mas transparente del aire”, fin de la cita. Con esta alusión de completud y riqueza regional, el escritor en ciernes, reconstruye para el lector, la memoria colectiva de Papantla de principios de siglo pasado, nos regala un retrato de época, que se fortalece a medida que avanzamos en la lectura, interpretando el asombro que escapa en la mirada de los personajes y en acciones que identificamos como nuestras. Estas reminiscencias de la Papantla de la época de oro, trae la evocación de una geografía entrañable, nos relata también la nobleza de un pueblo cuyo valor inmensurable esta respaldada por su folcklor estético, que ofrece a los cuatro rumbos, un pueblo que se ofrece sin reservas al viajero y que lo hace sentir parte de si mismo. Decía anteriormente que fuera de la intensión literaria, los personajes contenidos en el libro se fundan en una realidad fehaciente, cuyos registros pueden exigir una coautoría por parte del mismo pueblo, de ahí su carácter colectivo. El escritor al publicar la obra ha escrito para sí mismo y para su generación, amen de la nostalgia que provoca la obra, le recuerda a sus lectores que la historia de Papantla, puede reescribirse a partir de sus valores y de su arraigo como familia.
Parafraseando al antropólogo Roberto Williams, un estudioso de nuestra cultura, refería que el hechizo de la zona totonaca residía en el equilibrio que guardaba la población indígena en relación con la población mestiza, para resguardar toda la manifestación social y estética que lo adopta y lo hace suyo; y no es extraño que otras comunidades se sumen al resguardo de este legado, como patrimonio cultural sin fronteras.
Sangre de Volador es un libro que llega para continuar con la tradición literaria de nuestra región, y se permite fortalecer los atributos de un pueblo identificado con sus tradiciones y sus danzas, que se fundamentan en una cosmogonía diversa primigenia y que se enriquece con la llegada de los españoles. El realismo con que se manejan las descripciones, hace de esta obra un prontuario de especificaciones, que ayudan a comprender a Papantla en la consolidación de su historia y en la pervivencia de su arte.

Juan Pérez Salazar, Marzo 20 de 2010

A imagen y semejanza


(Comentario sobre el libro de cuentos y relatos:"Laberinto de Mujeres",del escritor Jorge Enrique Escalona del Moral)

Aquella ocasión, la curiosidad me llevó a introducirme a la casa de los espejos, siendo para mi una experiencia nueva, jamás imaginé haber experimentado la medida exacta de lo que es el espanto, y la comprensión justa, de la necesidad de estar fuera de esa dimensión; sin embargo, el juego de los espejos no sugería el mínimo sentido de encierro, sino de multiplicación al infinito, de rostros descompuestos idénticos a mi. A pocos instantes de haber entrado en esa trampa ilusoria, la ansiedad me obligó a buscar la salida, que encontré, después de haberme caído no sé cuántas veces en mi propio reflejo, aunque debo reconocer, que fue el encargado de vender el boletaje quien me rescató al escuchar mis gritos desgarradores envueltos en un mar de llanto.
Los caminos en la casa de los espejos en la visión y fascinación borgiana, es la mejor referencia, del sentido laberíntico que guarda este libro que hoy nos reúne, caminos que la mayor de las veces, pueden llevar a ninguna parte, sin embargo, la salida puede estar a un palmo de narices si se mira desde la óptica saludable.
La mujer y el hombre, poseen en su interior laberintos, en los que cada uno o se regocija en sus caminos, o se padece dentro de ellos, rutas que inconcientemente llevan de nuevo, al ciclo de partida, o encrucijadas que nos lleva a seguir el paso genealógico, de una potestad vitalicia. La víbora vuelve a sus fauces después de acabar con su propio cuerpo. En el laberinto, existe el principio, el fin puede ser solamente una simulación o espejismo, como ilustra el movimiento de la espiral; el laberinto sin una salida real, puede conducir al que la transita, en una locura que termina al fin, con la muerte, fin del ciclo mayor.
La mujer que pinta Jorge Enrique Escalona en su Laberinto de mujeres, no es la mujer libre y conciente de sí, que defiende Simone de Boveaur, o de la mujer emancipada que habla Rosario Castellanos en su historia de vida, es la mujer común que busca la libertad sin tenerla, la que queda marcada por el ansia en la busca de una mejoría quimérica o divina. La mujer de este libro, es creada a imagen y semejanza del padecimiento del hombre, por que a ejemplo de las cajas chinas, o de las matrioskas rusas, el hombre no se reinventa, ni se regenera, se reproduce a si mismo, fatalidad heredando fatalidad, una especie de parodia del existir mexicano, como aludía Paz en el laberinto de la soledad.
La soledad es el arcano de la mujer sin rumbo aparente, que se esconde en el monólogo de sus pensamientos, la que sin opciones personales termina por rendirse a la costumbre, o mejor, comprometiendo su vida a la deidad, o a la pareja, o a los vicios; pero aun así, en el acompañamiento, llega la sombra de la pesadumbre como una gracia que se ha de padecer honrosamente, porque son pruebas que se tienen que medir por una fe inquebrantable, a pesar de las consecuencias, como los límites físicos y morales de Job. También existe la mujer que se cobija bajo el amparo machista que ronda nuestro sistema, temperamentos humanos que traen consigo la aceptación como un destino inamovible, que solo puede ser roto por la desaparición del que oprime, sumiendo en consecuencia a la otra parte, al miedo y a la desolación de la individualidad. Y es que elaborar un destino no es cualquier cosa.
Pero también tenemos a la mujer que toma en sus manos la justicia, la que no espera el milagro de la ley divina o a la de la fuerza de las instituciones para ser escuchada, sino que responde a la medida de su agravio y de su temperamento para responder en su justa medida, la mujer que puede esperar pacientemente una oportunidad de la vida, para disfrutar de una venganza dulcísima y justa, y quien piensa que lo que se hace en la tierra, en la tierra se paga.
El autor de Laberinto de mujeres utiliza en la obra, la fuerza de dos elementos clásicos: Dionisos y Apolo, que conforman el vicio y la virtud, la decadencia y la belleza. Al utilizar esta bivalencia a manera de contrapunto, surge un contraste de situaciones en los personajes que vitalizan la ironía, que tiende sus redes no sólo jugando con el destino de los personajes, sino también acentuando la fatalidad en el juego de los nombres personales y la tragedia de sus vidas, por ejemplo: Rosario, Soledad, familia Alegría, Esperanza y Refugio, y por si fuera poco, y en un afán de afirmación, el escritor resalta el signo del bien y el mal como personajes ocultos, que los torna inseparables en la vida de las siamesas Dolores y Remedios, en un contraste de temperamentos que dejan en claro la vigencia de las energías blancas y oscuras.
Laberinto de mujeres también contempla en algunos títulos la figura del libertino (hombre o mujer), que cumple puntualmente la vuelta al mito de la caída, de la necesidad, de la carencia, de la explosión de sentidos, de la complementación; contemplando todos los matices del deseo carnal, desde el plano erótico y sugerente, al puramente sexual y sádico.
En cuanto al tratamiento narrativo nos encontramos con un narrador benévolo que cuenta las acciones introductorias de los personajes desentrañando sus perfiles que poco a poco se van adueñando de las acciones, cuyo ejercicio ordinario, van resaltando desviaciones o aberraciones, propias para ser resueltas, en el campo del psicoanálisis.
La evidencia de la narrativa moderna, y específicamente del cuento, se aprecia en el juego de acciones, donde los inicios, nudos y desenlaces, alternan con tal naturalidad, que los cierres temáticos, resultan impredecibles, y sorprenden al lector dejándolo con un pasmo de sorpresa. Recuerdo y comparo la similitud, en cuanto a estrategia narrativa, con el del maestro del cuento, Don Edmundo Valadés.
Laberinto de mujeres, es un libro, cuya eje temático denota un alto contenido de radiografía social, que refleja vicios decadentes de la condición humana, vivo retrato de la enajenación, la promiscuidad y el prejuicio de poblaciones de cualquier lugar del mundo (pero más cercano a nuestro México), que no se permiten, por el arraigo de costumbres, perfilarse a una cultura de sanidad personal y social que los impulse a una libertad de desarrollo sustentable, en el que las válvulas de escape, lejos de ser males necesarios, sean ampliamente creativas.
Leer Laberinto de Mujeres, es entrar a un mundo de entera familiaridad, en donde la sugerencia de los “dichosos” títulos, traerán a colación y de manera alusiva, una parte de tu vida, por ejemplo: para los casados “Matrimonio y mortaja del cielo bajan”; para los niños y jóvenes, el título de ronda: “¡Qué dolor, qué dolor, qué pena!”; para los nostálgicos, el tema del conocido bolero “Como un duende”; para los exóticos culinarios o bien para los que comemos sólo una vez al dia, el dicho: “Barriga llena corazón…”, etc.
La narrativa de los veintiún títulos, diseminados en el libro, presenta un lenguaje coloquial, jocoso y de rasgos de humor negro, cuya ironía, sarcasmo y parodia, quedan como un complemento, de las delicias de la lectura lúdica.
Jorge Enrique Escalona del Moral, ha creado con amplia maestría, un recuento de hechos, que no sólo incumbe a la estructura social de un pueblo, sino el de un sistema de gobierno, claramente rebasado, por los vicios sociales periféricos.





Juan Pérez Salazar. Tlapacoyan,Ver., 24 de julio del 2010