martes, 27 de julio de 2010

A imagen y semejanza


(Comentario sobre el libro de cuentos y relatos:"Laberinto de Mujeres",del escritor Jorge Enrique Escalona del Moral)

Aquella ocasión, la curiosidad me llevó a introducirme a la casa de los espejos, siendo para mi una experiencia nueva, jamás imaginé haber experimentado la medida exacta de lo que es el espanto, y la comprensión justa, de la necesidad de estar fuera de esa dimensión; sin embargo, el juego de los espejos no sugería el mínimo sentido de encierro, sino de multiplicación al infinito, de rostros descompuestos idénticos a mi. A pocos instantes de haber entrado en esa trampa ilusoria, la ansiedad me obligó a buscar la salida, que encontré, después de haberme caído no sé cuántas veces en mi propio reflejo, aunque debo reconocer, que fue el encargado de vender el boletaje quien me rescató al escuchar mis gritos desgarradores envueltos en un mar de llanto.
Los caminos en la casa de los espejos en la visión y fascinación borgiana, es la mejor referencia, del sentido laberíntico que guarda este libro que hoy nos reúne, caminos que la mayor de las veces, pueden llevar a ninguna parte, sin embargo, la salida puede estar a un palmo de narices si se mira desde la óptica saludable.
La mujer y el hombre, poseen en su interior laberintos, en los que cada uno o se regocija en sus caminos, o se padece dentro de ellos, rutas que inconcientemente llevan de nuevo, al ciclo de partida, o encrucijadas que nos lleva a seguir el paso genealógico, de una potestad vitalicia. La víbora vuelve a sus fauces después de acabar con su propio cuerpo. En el laberinto, existe el principio, el fin puede ser solamente una simulación o espejismo, como ilustra el movimiento de la espiral; el laberinto sin una salida real, puede conducir al que la transita, en una locura que termina al fin, con la muerte, fin del ciclo mayor.
La mujer que pinta Jorge Enrique Escalona en su Laberinto de mujeres, no es la mujer libre y conciente de sí, que defiende Simone de Boveaur, o de la mujer emancipada que habla Rosario Castellanos en su historia de vida, es la mujer común que busca la libertad sin tenerla, la que queda marcada por el ansia en la busca de una mejoría quimérica o divina. La mujer de este libro, es creada a imagen y semejanza del padecimiento del hombre, por que a ejemplo de las cajas chinas, o de las matrioskas rusas, el hombre no se reinventa, ni se regenera, se reproduce a si mismo, fatalidad heredando fatalidad, una especie de parodia del existir mexicano, como aludía Paz en el laberinto de la soledad.
La soledad es el arcano de la mujer sin rumbo aparente, que se esconde en el monólogo de sus pensamientos, la que sin opciones personales termina por rendirse a la costumbre, o mejor, comprometiendo su vida a la deidad, o a la pareja, o a los vicios; pero aun así, en el acompañamiento, llega la sombra de la pesadumbre como una gracia que se ha de padecer honrosamente, porque son pruebas que se tienen que medir por una fe inquebrantable, a pesar de las consecuencias, como los límites físicos y morales de Job. También existe la mujer que se cobija bajo el amparo machista que ronda nuestro sistema, temperamentos humanos que traen consigo la aceptación como un destino inamovible, que solo puede ser roto por la desaparición del que oprime, sumiendo en consecuencia a la otra parte, al miedo y a la desolación de la individualidad. Y es que elaborar un destino no es cualquier cosa.
Pero también tenemos a la mujer que toma en sus manos la justicia, la que no espera el milagro de la ley divina o a la de la fuerza de las instituciones para ser escuchada, sino que responde a la medida de su agravio y de su temperamento para responder en su justa medida, la mujer que puede esperar pacientemente una oportunidad de la vida, para disfrutar de una venganza dulcísima y justa, y quien piensa que lo que se hace en la tierra, en la tierra se paga.
El autor de Laberinto de mujeres utiliza en la obra, la fuerza de dos elementos clásicos: Dionisos y Apolo, que conforman el vicio y la virtud, la decadencia y la belleza. Al utilizar esta bivalencia a manera de contrapunto, surge un contraste de situaciones en los personajes que vitalizan la ironía, que tiende sus redes no sólo jugando con el destino de los personajes, sino también acentuando la fatalidad en el juego de los nombres personales y la tragedia de sus vidas, por ejemplo: Rosario, Soledad, familia Alegría, Esperanza y Refugio, y por si fuera poco, y en un afán de afirmación, el escritor resalta el signo del bien y el mal como personajes ocultos, que los torna inseparables en la vida de las siamesas Dolores y Remedios, en un contraste de temperamentos que dejan en claro la vigencia de las energías blancas y oscuras.
Laberinto de mujeres también contempla en algunos títulos la figura del libertino (hombre o mujer), que cumple puntualmente la vuelta al mito de la caída, de la necesidad, de la carencia, de la explosión de sentidos, de la complementación; contemplando todos los matices del deseo carnal, desde el plano erótico y sugerente, al puramente sexual y sádico.
En cuanto al tratamiento narrativo nos encontramos con un narrador benévolo que cuenta las acciones introductorias de los personajes desentrañando sus perfiles que poco a poco se van adueñando de las acciones, cuyo ejercicio ordinario, van resaltando desviaciones o aberraciones, propias para ser resueltas, en el campo del psicoanálisis.
La evidencia de la narrativa moderna, y específicamente del cuento, se aprecia en el juego de acciones, donde los inicios, nudos y desenlaces, alternan con tal naturalidad, que los cierres temáticos, resultan impredecibles, y sorprenden al lector dejándolo con un pasmo de sorpresa. Recuerdo y comparo la similitud, en cuanto a estrategia narrativa, con el del maestro del cuento, Don Edmundo Valadés.
Laberinto de mujeres, es un libro, cuya eje temático denota un alto contenido de radiografía social, que refleja vicios decadentes de la condición humana, vivo retrato de la enajenación, la promiscuidad y el prejuicio de poblaciones de cualquier lugar del mundo (pero más cercano a nuestro México), que no se permiten, por el arraigo de costumbres, perfilarse a una cultura de sanidad personal y social que los impulse a una libertad de desarrollo sustentable, en el que las válvulas de escape, lejos de ser males necesarios, sean ampliamente creativas.
Leer Laberinto de Mujeres, es entrar a un mundo de entera familiaridad, en donde la sugerencia de los “dichosos” títulos, traerán a colación y de manera alusiva, una parte de tu vida, por ejemplo: para los casados “Matrimonio y mortaja del cielo bajan”; para los niños y jóvenes, el título de ronda: “¡Qué dolor, qué dolor, qué pena!”; para los nostálgicos, el tema del conocido bolero “Como un duende”; para los exóticos culinarios o bien para los que comemos sólo una vez al dia, el dicho: “Barriga llena corazón…”, etc.
La narrativa de los veintiún títulos, diseminados en el libro, presenta un lenguaje coloquial, jocoso y de rasgos de humor negro, cuya ironía, sarcasmo y parodia, quedan como un complemento, de las delicias de la lectura lúdica.
Jorge Enrique Escalona del Moral, ha creado con amplia maestría, un recuento de hechos, que no sólo incumbe a la estructura social de un pueblo, sino el de un sistema de gobierno, claramente rebasado, por los vicios sociales periféricos.





Juan Pérez Salazar. Tlapacoyan,Ver., 24 de julio del 2010

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