sábado, 21 de marzo de 2009

Babel y el entendimiento


El lenguaje como tal reviste infinidad de matices y directrices, y siendo un bien individual se contrapone al estado de soledad. Si la intención de comunicar permaneciese contenido como un soplo, en el interior nuestro, el sentido de comunicar perdería la totalidad de sus atributos, la necesidad del otro para ser oído y respondido, nos arrancaría del aislamiento y nos situaría en el orden de la correspondencia, sin embargo, esta primera manifestación solo sirve para vindicar una postura, para posicionar la necesidad de un solo ente. La verdadera intension de la comunicación, en este primer ejercicio del lenguaje, habría de considerar una toma abierta, y avanzar del estado estático al de movimiento, una cámara que en su evolución pudiese rodear al sujeto contrario para recontinuar con el hilo de las acciones para enlazar no un nuevo inicio, sino recomponer el eco, transformado en una nueva significación que reinventara infinitas posibilidades de diálogo, una avanzada que desfragmentara nuestros orígenes primitivos y nos situara en una babel inteligible, que incluyera hasta el sujeto menos afortunado, al más aislado. Apreciable lector, el mundo nuestro tendría un rumbo diferente, el tuyo, el mío, el de aquél que carece de habla, el del soldado desconocido que nunca debió quedar tendido en el campo de batalla, inclusive el del asesino que fue desoído en su grito pretérito; también el del nonato que perdió todo chance de diálogo. La babel de nuestros días sigue impregnada en nuestra sangre, con su idioma desconocido, confundiéndonos apartándonos cada vez de la conciliación con uno mismo y con el otro, la evolución nos ha olvidado, en algún lugar de nuestros genes.

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