sábado, 21 de marzo de 2009

Los Colores del Tiempo


comentario del libro: Los colores del tiempo, de Lina Zerón.
En ese destello efímero que es el tiempo, Lina Zerón matiza de colores los instantes, y los atrapa en este poemario donde reúne lo mejor de su obra, deja al descubierto la metáfora de la metáfora, la sublimidad de las figuras poéticas y la firmeza del lenguaje. Su visión, va más allá de la simple alegoría, y a la vez, refrenda el instinto sacro de la plenitud erótica, el sentimiento que la invade es la emoción castigada de Eva, y bajo el influjo de este temperamento que la tiene sitiada, la poeta se yergue para ser el centro del movimiento del mundo, y en el que, incluso, el tiempo pierde sus atributos. Sin embargo, toda vez que armoniza el vals de sus sentidos, es capaz de aislar cada sensación, y fundirse en el exilio constante de sus emociones. Lina Zerón, mientras escribe, reconoce que su cuerpo también arma sus metáforas de deseo, y más que poeta, es una mujer con El corazón por fuera. La intensidad de sus necesidades deja al descubierto una pasión que no pervive en el recato, su cuerpo es un corazón latente, y el rubor que desprende su apasionamiento desmedido, construye una fuga salvaje de erotismo concentrada en su espiral de fuego, juego infinito de la carne, principio y fin de los sentidos.
Con Los Colores del Tiempo, el rumbo de la poesía y de la poética en sí, ha quedado fijado, pues en su movimiento se construyen, los estados más sutiles de la prosa y el versolibrismo. Tengo la certeza de que la inteligencia emotiva de Sor Juana ha encarnado en el cuerpo de Lina. En mi papel de lector, encuentro de nuevo a la mujer libre, suelta y en abundancia, y aún, cubierta con el espasmo vital de toda sensación, entiéndase esto, como el intenso y primigenio sentir del cuerpo u origen del deseo, y cuyas palabras de Alice Christina Meynell diría que, el verdadero color de la vida es el color del cuerpo, el color del rojo cubierto, el implícito y no explícito rojo del viviente corazón y los pulsos.
Así, el pre-dominio no sólo atañe a la exploración del interior, también se despliega en la firmeza de las actitudes, en la responsiva del prójimo, en el supremo indicio del dolor. Podría decirse, que en el cuerpo de la poeta, se orquesta una alquimia razonada de las pasiones, cuyo único eslabón entre averno y cordura, es precisamente, la palabra.
Coincido con Aitana Alberti y Victor Roura en la emancipación de la autora como poeta, que se fragua en la simbiosis íntima y lúdica de la palabra y la vida.
Quien leyere este diario intimísimo habrá de cimbrarse y reconocerse en el color de la poesía, so pena de que al evolucionar en sus lecturas, contemplará necesariamente, el retorno a ese paraíso erótico, olvidado en algún rincón de su cotidianidad.

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