sábado, 21 de marzo de 2009

Latido


Aquella ocasión, cuando niño, mientras miraba perderse al sol entre los cerros, me preguntaba qué habría tras el último montículo que cortaba al cielo. Como no tuve respuesta inmediata, imaginé un profundo vacío, sin final. Después, mis impulsos me obligaron a subir la empinada cuesta para buscar la verdad, a mis ocho años, trepé con el corazón dando tumbos, seguro de encontrar el vacío sin fin. Mientras estuve en la cumbre advertí otras sorpresas, pero seguí pensando en el vacío que debía esconderse atrás de los otros horizontes. Aún ahora, me sigue persiguiendo esa fijación remota, y mientras el vaivén del océano calma mi curiosidad ansiosa, sigo sintiendo ese latido, ese pulso extraordinario que anticipa el descubrimiento de ese sitio imaginado, atrás de la sutil curva, al final del océano.

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