sábado, 21 de marzo de 2009

Eternidad o la gota que cae


En ese precipitarse al vacío, en ese sutil rasgueo del aire, la gota de lluvia se convierte en flecha que escinde el espacio en un suspiro vertical. Al azotar la tierra, la estremece y ese chispazo la convierte en artificio, en sinfonía preñada de colores.
La gota es la síntesis de lo eterno porque al romperse no muere, sino que finísima e invisible, existe. Investida del rasgo infinito construye en su existencia la presunción del hombre y su memoria.
Cada gota es el océano reencarnado. En el desierto, el desdén de su ausencia convierte a cada grano de arena en una nostalgia petrificada.
En su arquitectura física, el sol se asoma y juega el juego de Narciso, y se desvanece en ella, y se contempla en la fugacidad de los colores y muere, y vive una y otra vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario