sábado, 21 de marzo de 2009

Con la mirada del Voyeur.


Comentario sobre la obra Los Diaz(s) Miron(es) del dramaturgo Reynaldo Carballido.
A propósito de la obra Los Díaz(s) Mirón(es), del dramaturgo y amigo Reynaldo Carballido, me permito iniciar con una cita de Thomas Mann respecto al quehacer teatral, inicio la cita: “La nostalgia secreta, la última ambición del teatro es, de cierta manera, recuperar el rito que nació entre los paganos pero también entre los cristianos”. Fin de la cita. Con esta premisa quiero incidir que dentro de la temática teatral se viven dos asuntos conmensurables, y me refiero a lo moral con toda su carga de valores, y su parte contraria, la inmoral, con su incomprendida red de situaciones que nos han marcado, y que inevitablemente vivimos en todas las circunstancias de la vida y de la historia.
La temática que concierne a Los Díaz(as) Mirón(es) no es la que atañe a las virtudes, al puritanismo, sino a lo dionisiaco, a los excesos baquianos, a los apetitos carnavalescos que se viven tras la máscara real del hombre. Reynaldo Carballido como Nietzsche, Antonín Artaud y Guillaume Apollinaire son los hombres que no le temen a la censura, escritores que le dan la dimensión exacta a las palabras y a los actos, porque describen en su máximo rigor la decadencia humana. La labor de ellos, es una vuelta al origen de la tragedia, en donde el mito griego adquiere en la obra renovados tintes, pues los personajes comunes y corrientes, tienen el retoque de la fantasía que el Bosco pintara en el “Jardín de las Delicias”, en tanto surrealista, el personaje común de la obra, tiene atribuciones que sólo corresponderían al mundo de lo onírico, porque dentro de lo vívido del personaje, es normal y corriente que la lengua funcione a la vez de látigo emitiendo chasquidos en el ambiente, o de tapete, que hacen suponer a la vez, de una sensación de rebaño y de dominio, como preeminencias de las acciones. El desarrollo de la trama en esta obra contempla el efecto de las cajas chinas, pues lo que forma la personalidad de cada uno de los actores en el desenvolvimiento de los acciones, no es, sino una costra que se va abriendo conforme lo resguarda la intimidad de los amigos, o del amparo de las habitaciones. Si cada personaje guarda en su interior a otro personaje ¿Cuál es en realidad el verdadero rostro de cada uno de nosotros? ¿Será que inevitablemente vivimos eternamente el ritual de la farsa?
La propuesta de Reynaldo Carballido es una poética de la performance y la desmesura nacida de las cercanías del arrebato, de la denuncia, del yo acuso. El he dicho del dramaturgo, no busca la reconciliación con el universo, sino sólo mostrar como Dante en su Divina Comedia, los niveles en que se corrompen nuestras almas, ya sea como sujetos de poder o de vasallaje. La intuición del caos que fundamenta el escritor en la energía de los impulsos apunta a la afirmación de la vida.
Esta tarde, hemos sido votados a este acto único, somos personajes vulnerables, aquí no existe el recurso del antifaz ni del maquillaje, cada uno se moverá según el guión que ensayamos diariamente, y nos evidenciaremos con un gesto, con una sonrisa o con el silencio que revestirá nuestra conducta, sin duda, otra obra escribirá de la vida, el maestro Reynaldo Carballido.

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