El placer de la lectura, solo deviene, como la pasión, de deseos desmesurados, de irreverencia y de una ferviente ansia de diálogo, de comprender y ser comprendido, quizá como respuesta a una antiquísima torre de babel donde más de las lenguas, son eternos lamentos de fantasmas, que en voz de escritores avanzan hacia nuestras entrañas y nos arrastran junto con ellos, como el movimiento de un río, hacia el punto neurálgico de las emociones, donde se habla un solo idioma, el de la vida.
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